
Sólo haré una entrada más al Cuaderno Gordo desde Baradero. Aquí fue creado este espacio (el blog) así que la casa de Baradero merece ser incluida por varias razones. La principal es que este es el preciso lugar donde descubrí el segundo
Portal Interdimensional que pude explorar.

En medio del campo una antena pequeña en lo alto de un tubo encima de la casa vetusta me conecta… adobe y microondas… ¡vaya combinación! Es muy extraño pero son conexiones Inter-dimensionales también, aunque muy diferentes de las verdaderas.
SITUACIÓN
Estoy en el campo (Baradero, provincia de Buenos Aires) . Hace unos pocos años solía haber una abertura entre mundos justo a unos quince metros de la entrada de la casa en dirección Este, en el espacio circunscripto por una casuarina, un eucalipto y un árbol ligustro cuyo nombre desconozco pero que da una sombra muy cerrada. Se formaba allí una especie de bóveda de “oscuridad” natural a la que nombré alguna vez como”el patio” y en la cual sucedían cosas muy interesantes. Allí, por ejemplo, recibí avisos de muertes inminentes, esto me hizo concluir que una
fisura interdimensional combinaba este mundo con el de
los que ven hacia adelante, los anticipadores. Ellos ven el futuro. En verdad es poco lo que sabemos de ellos, y posiblemente ellos puedan no sólo ver el futuro sino desplazarse a voluntad y también curvar las líneas de la temporalidad. No están como nosotros sujetos al
“Cronos” o tiempo cuantitativo, tiempo lineal, sino que ellos flotan en el
"Kairos" o
“tiempo que cambia las cosas”. Cuando nosotros experimentamos
Kairos indefectiblemente tenemos una sensación de
atemporalidad y de extrañeza y esto indefectiblemente indica que algo ha de cambiar en nuestras vidas.
Por ejemplo hace pocos días que la muerte merodeó mi vecindad afectiva, una importante pérdida: mi padre. Sabemos que la proximidad de la muerte propia o ajena sitúa a las personas en
Kairos, naturalmente soy persona así que mi eje
dimensional-temporal se desplazó abruptamente. Tengo algunas teorías para explicar este corrimiento pero ante la posibilidad de aburrir al lector sólo enunciaré una de ellas. Como he dicho en varias ocasiones, y cada mes lo repito, todos somos parte de una
trama, como una red sutil nos conecta con todas las personas para nosotros significativas, y la información circula por las líneas de esa red todo el tiempo, ahora bien, cuando uno de los componentes de la red es de pronto
“tragado” hacia otro mundo, las conexiones inmediatas siguen activas y atraviesan los umbrales uniendo los mundos por un tiempo limitado hasta que se van disolviendo, pero, durante ese tiempo en que continúan activas, crean un
halo de Kairos en nuestro mundo que alcanza a las personas conectadas al emigrante. Así fue pues, murió mi padre y en las siguientes horas y días sucedieron cosas inexplicables; sensaciones, encuentros, abrazos con hermanos ligados a mi a través de mi padre pero desconocidos hasta ese instante; todos fuimos arrastrados por la misma
oleada de Kairos, todo fue absolutamente fuera de lo usual, dando un giro a mi vida que no sé dónde ha de llevarme -y eso me fascina-.
Ahora vuelvo al tema del
patio. En ocasiones yaciendo allí, con la vista fija en un punto y siguiendo los procedimientos para rastrear fisuras interdimensionales, que quizás en otro momento explique si les interesa, sentí la oleada súbita y clara del viento del otro mundo cambiando mis ojos y dejándome percibir como lo hacen los foráneos. Claro que sólo unos segundos, no más que eso, pero fue suficiente para perturbarme intensamente y para bien. Por alguna parte de ese lugar se colaban los mensajeros. Imaginate que abrís los ojos y apenas a dos metros encontrás al mensajero, allí, frente a vos, inmutable, con sus ojos rojos fijos en los tuyos. Sucedió en varias ocasiones y siempre fue pavorosamente certera su anticipación.
Después llegó ese vecino nefasto (Mena) extendió los umbrales del mundo común, arrasando con toda la vegetación y contaminado la zona con maderas, chapas y hierros. Estos últimos son materiales que todos sabemos, y si no lo saben se los digo, afectan las convergencias energéticas en las inmediaciones de los portales. Pues algo sucedió porque nunca más pude asomarme a esa puerta. Su acción tuvo consecuencias sobre él mismo (aunque no es consuelo porque arruinar un portal es perder algo precioso e invaluable) parece que el vecino pagó por sus actos poco tiempo después porque a poco de destrozar la trama metafísica del lugar y afectar a todas las personas cercanas, un cáncer imparable lo atrapó como una gigantesca mano arrastrándolo hacia el otro lado.
Afortunadamente, durante el lapso que el portal permaneció abierto desde que me tope con éste, tuve tiempo de investigarlo y de tomar nota de muchos de los eventos que tuvieron lugar en las inmediaciones. Me propongo ofrecerles detalles sobre estos eventos. No porque quiera impresionar a nadie, sino proque sé que estos conocimientos no deben confinarse, deben circular para no sobrecargar ninguno de los componentes de la trama. Mientras tanto, sigo siempre a la caza de otros portales, grietas, pasadizos, aberturas... así que, si saben de alguno les ruego encarecidamente que me contacten, aquí en el blog están mis datos de contacto vía mail –hablo en serio-.
No hace mucho, con un grupo de amigos encontramos (más bien provocamos) dos grietas en Brasil, pero las grietas no son estables y requieren de una gran energía para mantenerlas abiertas el tiempo suficiente como para dar una ojeada o dejar que alguna de las existencias foráneas nos visite y nos cuente algo. Con mucha gente uniendo sus fuerzas es posible abrir una grieta casi en cualquier parte y el poder de foco que tienen mis amigos brasileños es grandioso, pero eso dista muchísimo de ser un portal. Los portales están siempre abiertos, por eso en sus inmediaciones suceden cosas especiales sin necesidad de hacer nada. Las grietas, en cambio, suelen cerrarse inesperadamente y solo dejan que se cuele apenas un poco de información dependiendo, por supuesto, del ánimo de los foráneos que no olvidemos que perciben las aberturas provocadas por nosotros como si fueran los golpes de un martillo neumático en el techo de casa.