miércoles, junio 23, 2010

SALVAJES

...Ellos habían olvidado la lengua antigua y la sabiduría de todas las cosas; ya no podían comunicarse con los animales, ni con las plantas, ni con la tierra... Presos en sus moles de concreto, con el decorrer del tiempo se habían vuelto salvajes. Carentes de la memoria de quiénes fueron, pululaban, perdidos..., atacando y aullando a todo lo que no comprendían, peleando entre ellos.
Puede que el bosque sea un lugar común para quien lo visita, pero para los que vivimos en él dista de serlo. Quienes lo habitamos, no sólo percibimos cada vida que lo habita, cada nacimiento y muerte, sino que también tenemos nuestro propio lenguaje común a todas las criaturas. Hemos hablado la lengua antigua desde tiempos que la memoria no conoce, y, cuando el ser humano era aún un ser natural, compartía con nosotros esta lengua y la sabiduría de todas las cosas. Luego algo les sucedió y fueron olvidando todo: la conexión, el todo del que formamos parte, el amor que fluye como luz entre todos, y, a diferencia de nosotros, en vez de evolucionar, se han ido volviendo cada vez más salvajes. Perdieron también las conexiones con la trama energética que conforma el alma de la comunidad-mundo que habitamos. Conforme el tiempo pasaba, desconectados del "Todo", sus memorias se fueron oscureciendo más y más, y, como bien sabemos, allí donde el saber está ausente, supersticiones y mitos cavan sus madrigueras... así que los miedos fueron ganándolos y guiando sus vidas.

No obstante debo decir, para defensa de los humanos, que no todos son iguales. Algunos de ellos no han perdido completamente la conexión con nosotros a pesar de haber olvidado la antigua lengua. Unos pocos aún saben sentir a los seres de nuestra comunidad-mundo, pero son tan ajenos a nosotros que las criaturas del bosque fuimos dejando de percibirlos como parte de los nuestros y empezamos a sentirlos como extraños y peligrosos. Esos pocos que aún nos sienten, son vistos con recelo por sus congéneres salvajes.

Algunos niños humanos que nos perciben son “reeducados” o sea puestos en un "corsé mental" o intoxicados con químicos para que dejen de percibirnos. Los salvajes niegan la existencia de lo que no conocen al punto de castigar a los niños que perciben y hablan de nuestro mundo. Aprenden primero a callar lo que ven, y luego aprenden a anular sus percepciones de nosotros con el sólo fin de agradar a sus mayores. Curiosamente pueden llegar a bloquear completamente sus percepciones de nosotros y de nuestro mundo aunque sea difícil de creer, pueden tenernos delante y no ven más que lo que les es permitido ver. Nos ven como carne, o vegetales.

Por estos días, somos muy pocos de nosotros los que hacemos contacto con esas tristes criaturas. Sin embargo tenemos una tarea que hacer y la única forma en que podemos llevar a cabo nuestra tarea, es estableciendo contacto. 

Soy uno de los designados para esa tarea. El mundo está cambiando, y necesitamos intervenir en el mundo salvaje de ellos, la estrategia que venimos usando es la detección de los dotados con sensibilidad para poder enseñarles a sentirnos. Soy un rastreador. Puedo olfatear o escuchar las señales de un niño especial cuando está en peligro. Su vacilación y su pánico hacen resonar el aire cargado emocionalmente, provocando un sonido agudísimo, para nosotros, imposible de ignorar. El sonido atrae también a algunas criaturas que no tienen nobles propósitos, es por eso que debemos acudir de prisa cuando emiten el llamado, aunque sea a miles de kilómetros. Se les oye como un gemido de un animal agonizante que pide ayuda.

Mis patas son fuertes y al mismo tiempo tan ligeras que cuando corro ningún humano logra verme. Bueno, a decir verdad, ellos tienen esa capacidad de bloquear las percepciones que no desean. Hace siglos que nadie nos ve y por eso para ellos somos una leyenda, una superstición. Muchos dudan de nuestra existencia, lo cual no deja de ser una ventaja. Si supieran encontrarnos nos cazarían para quitarnos nuestro cuerno que es lo que nos hace únicos. Sólo hay treinta y siete de nosotros en esta tierra. Podemos comunicarnos entre nosotros y con las demás criaturas a través los sueños colectivos conscientes. Pocos humanos conocen el sueño consciente pues lo creen locura y les da pavor.

Llamamos "visionarios" a quienes en cualquier especie que se trate, se encuentran un paso adelante y resultan sabios guías para su colectivo. Suelen sentir el alma de su especie y tener visiones casi siempre reveladoras sobre el presente o el futuro, suelen funcionar bajo algunas modalidades especiales del sueño consciente. Los salvajes les llaman "Autistas" "Savants" o "psicóticos". Ignorantes de todo, creen que se trata de una enfermedad y les llenan el cuerpo con toscas sustancias para bloquear las visiones y la comunicación telepática multidimensional que poseen. Con sus antenas semibloqueadas sólo confunden todo y se deterioran mentalmente. Esto resulta de verdad inconcebible, ¿por qué desperdiciar el precioso consejo de un visionario? Al parecer estos conocimientos son para ellos amenazadores, no olvidemos que son criaturas salvajes y que se asustan con facilidad de lo que no entienden. Hace cientos de años que perdieron la capacidad de sentir la trama metafísica que nos conecta a todos, y tampoco recuerdan cómo desplazar la mirada hacia otro tiempo o lugar, es por eso que los visionarios son como poseídos por los demonios para ellos.

Cuando veo alguno de sus brillantes niños y luego de un tiempo vuelvo a verlos, pero ahora mutilado, cercenados su percepción y su conocimiento natural, una profunda decepción me embarga. No puedo evitar dudar del futuro de esa triste especie que, compulsivamente, apaga toda luz que intenta despertarlos a la consciencia. ¿Hacia donde se dirigen? ...ignorantes, ciegos y sin voluntad de ver o de aprender. ¿Qué será de nuestro mundo también? obligados a cohabitar con esos seres rudimentarios, sin lenguaje, sin mente colectiva que se comunican con sonidos guturales, y sin capacidad de sentir las vibraciones de otras almas. No pueden ayudarse unos a otros porque olvidaron cómo hacerlo, esperan todo del afuera, no existe la comunión de pensamientos, son como un cuerpo fragmentado.

Soy uno de treinta y seis rastreadores y, como dije, mi trabajo es detectar y asistir a los salvajes especiales que estén en peligro. Tengo un arsenal de recursos para operar a distancia sin ser detectado. Por ejemplo: mi cuerno es un poderoso instrumento de proyección de imágenes telepáticas. Puedo buscar un lugar cercano a mi objetivo, unos pocos miles de metros es suficiente. Me enfoco conectándome a la trama metafísica universal de donde proviene mi energía y envío mis mensajes directamente a la mente de mi objetivo. Sin embargo ¡no piensen que allí termina mi trabajo! generalmente están tan aturdidos o asustados que bloquean todo. Entonces debe hacerse un trabajo más lento y tedioso. Los humanos, por ser criaturas salvajes, poseen mentes fácilmente influenciables. Son ingenuos, y tienen muy corta memoria, así que es fácil que, quien los engañó una vez, pueda volver a hacerlo.Esta debilidad de ellos facilita bastante mi labor.

Desde que los hombres se tornaron salvajes, nuestros protectores decidieron dejarlos librados a su suerte. Esto significó que la semilla de su destrucción proliferó rápidamente y las consecuencias fueron nefastas. Es por eso que se ha hecho necesario intervenir nuevamente, antes de que, no sólo se destruyan a sí mismos, sino que destruyan a las criaturas más evolucionadas con que cohabitan.

La idea brillante que han tenido nuestros protectores, hace unos cincuenta años, fue implantarles un Gyr, u holocristal. Es un fragmento microscópico de un cristal multidimensional que es capaz de conectarlos directamente a la trama colectiva. Se encuentra en la glándula pineal, camuflado como una calcificación. El cristal es sensible a los campos lumínicos y les da acceso también a la memoria de todo lo olvidado, a través de impresiones holográficas a nivel molecular. Todo esta en el Gyr desde la lengua antigua hasta el arte de la comunicación telepática. Los cristales, al ser activados desprenden una luminosidad de color índigo dada por longitud de onda con que son programados-tallados. Cuando se activan entran en resonancia y emanan una luz tan intensa que en muchos de los niños humanos han conseguido verla a través incluso del cuerpo físico y por ello algunos los nombran como “niños índigo”. Estos niños ya con pocos años comienzan a recordar, y a veces usan la telepatía para comunicarse, pero, como dije, no siempre eso es bien visto por sus congéneres menos evolucionados.

La tecnología salvaje, sin embargo, ha conseguido desarrollar sustancias que envuelven y bloquean las conexiones del cristal con el sistema nervioso, con lo cual los esfuerzos por devolverles la integridad de sus memorias se ven malogrados. Por causa de ello perdemos una herramienta vital en la tarea de rescatarlos del mundo salvaje. Pero el problema más serio no es el bloqueo en sí, sino la deficiencia con que el mismo es hecho. Si sólo estuviesen bloqueados serían salvajes comunes y corrientes de los que uno encuentra en cualquiera de sus habitáculos de cemento tallado. Pero el mayor peligro reside en el hecho de que el bloqueo nunca es completo, por lo tanto, una parte de la información persiste desorganizada y fragmentada. Esos niños, desde pequeños, notan que no son iguales al resto de los niños. Por momentos se sienten confusos inadecuados o deficientes, y, de forma inconsciente, intentan seguir el plan para el que fueron concebidos. Sólo tienen fragmentos inconexos de su memoria por lo cual no logran interpretar las instrucciones ni hacer uso pleno de sus mentes. Pueden llegar a obsesionarse, enfermar, volcarse a las drogas, etc. Una parte de ellos tiene la certeza de que están aquí para algo importante; pero no tienen los recursos para instrumentarlo. Conservan el fuerte impulso hacia la acción, naturalmente, son guerreros, ya que está previsto que deberán enfrentarse a sus congéneres salvajes. Esto da por resultado un accionar en general hostil, imposible de controlar y catastrófico.

Ahí es donde entro yo; estos niños o adolescentes corren peligro y mi tarea es asistirlos. En primer lugar hago contacto, luego elijo mensajes que irán directamente al Gyr bloqueado activándolo y energizándolo para que pueda quemar las formaciones químicas que lo bloquean para así reconectarlo. Luego, cuando esto ya ha sucedido mi trabajo es ayudarles a procesar la información que por primera vez comienza a fluir integrada. Esto demanda un tiempo de acompañamiento en el proceso de recuperar la memoria, y adecuarse a ella: es la etapa de la educación. Se hace en contacto directo, pero claro, no podemos presentarnos bajo nuestra verdadera apariencia; ¡imagínense qué pasaría si un muchachito aun siendo un "niño índigo" hiciera contacto con un unicornio!

Los protectores han propuesto un recurso excelente para esto: el uso de intermediarios o "cuerpos humanos". Nuestra existencia consciente multidimensional nos permite operar en muchos al mismo tiempo. En estos receptáculos implantamos nuestros patrones sutiles y finalmente nos sincronizamos con ese cuerpo. Los cuerpos intermediarios o "avatares" nos permiten interactuar con ellos sin asustarlos, fingiendo ser uno de ellos. Es curioso porque los niños elegidos, aún los que se encuentran entorpecidos por alguna medicación, perciben y suelen saludar a los avatares como si ya los conocieran, es decir, que aun con los químicos, su instinto de buscar y reconocer a sus guías no se neutraliza completamente. Nuestros objetivos van desde la infancia hasta la adolescencia, pero últimamente nos focalizamos más en jóvenes y adolescentes ya que a esa edad es cuando mayor riesgo corren sus vidas si no son liberadas sus memorias.

Hay un aspecto tierno de estos adolescentes y niños/as. Ellos suelen llamarnos “papá”, “padre”, o “hermano mayor”, “hermano” “amigo” porque sienten la unión. Saben que hay lazos más fuertes incluso que los de sangre y, cuando se van tornando conscientes de sí mismos, empiezan a buscar palabras en su limitado idioma para aludir a esos lazos. Ellos son ávidos de saber, pues lo único que les puede dar paz es recordar. Por el principio de auto-organización cósmica, ellos sienten el impulso irresistible de la fuerza interior que los lleva instintivamente hacia su guía o mentor. El empuje es suave al comienzo pero, si no lo siguen, empieza a hostigarlos y se puede volver una obsesión.

El avatar es limitado pues no deja de ser humano. No puede correr a la misma velocidad que nosotros y debemos evitar que atraiga atención de los salvajes sobre sí. Los humanos se asombran frente a alguien que hace uso, aunque sea mínimo, de sus poderes naturales. Cuando se dan cuenta de que alguien tiene esa capacidad a la que ellos mismos por ignorancia renunciaron, se tornan supersticiosos. Empiezan a levantar altares, invadir las vidas de los avatares y pueden obligarnos a sanarlos, darles bienestar, amor, piden y piden y piden... Sus mentes regresivas los dejan en un estadio muy infantil en el que prefieren que otro obtenga las cosas para ellos, en lugar de despertar y usar lo que desde siempre poseen para obtener lo que quieren por sí mismos; en fin, ¡son salvajes!

El placer de ver crecer a mis protegidos es mi recompensa. Son demasiados los jóvenes y niños adormecidos que han perdido el rumbo y que están en riesgo, así que tampoco puedo demorarme con cada uno. Una vez liberados de los inhibidores de memoria, comienza el proceso de consciencia de sí mismos, de sus orígenes, de su lugar en esta tierra y de sus capacidades. Cuando comenzaron por sí solos este camino es que debemos dejarlos y partir, pues la intensidad de sus improntas es tal, que si no hacen aquello que vinieron a hacer, acaban autodestruyéndose directa o indirectamente.

Hoy es un día extraño, me estoy despidiendo de un humano que fue mi protegido por más de dos años. No ha hecho más que llorar. Se trata de un caso especial, pues su cristal no estaba inhibido por químicos externos sino por una educación salvaje que creó pánico y la incapacidad de acceder a su holocristal. Estaba abrumado por sus miedos, sus mecánicos rituales y sus imágenes terroríficas.

Confuso, con una capacidad de vinculación empobrecida, había estado siempre perdido buscando aceptación y confirmación de su persona. Agresivo y obstinado, sobreviviente a calamidades, conservaba aún los rasgos del guerrero. Nadie de sus salvajes cercanos parecía percibirlo. El estrés infantil había hecho que no viera otra forma de comunicarse que el sometimiento o la agresión. Se vinculaba con gente mucho más salvaje que él a través de códigos destructivos. Estos casos no siempre consiguen salir del estado de salvajes, aún activando el cristal. Suelen construir laberintos tan complejos en sus mentes, que el conocimiento, aún siendo liberado, no fluye. En ocasiones se vuelven adictos a la presencia del avatar porque su presencia los organiza, los hace más inteligentes porque la inteligencia natural que tienen se libera en nuestra presencia. Pero es fundamental que el avatar, llegado el momento se separe de ellos para que puedan despertar todo su potencial. De permanecer cerca nuestro detendrían su crecimiento, y no debemos hacer eso.

Así que me despedí diciéndole que él ya estaba listo y que otras personas me necesitaban. Me di la vuelta y me alejé tranquilo. Sabía que no nos volveríamos a ver, al menos no estando yo en el cuerpo que estaba. De pronto sentí una tristeza que perforó mi pecho. Me di cuenta que no podía ser otra cosa que las consecuencias de haber interactuado tanto tiempo con este humano y que en verdad esa tristeza era lo que él sentía. Sin duda, por el tiempo compartido, yo también había desarrollado las primitivas emociones del apego. Me alejé explorando este extraño sentimiento, y de pronto algo sucedió que no pude entender. El muchacho se lanzó contra mí, golpeándome con sus puños, me tiró al suelo y me golpeó mientras lloraba y gritaba que yo era lo único que tenía, que era el único con quien podía hablar, que no lo dejara, que no lo hiciera ahora que él había despertado... Golpeó con sus manos mi pecho y luego me abrazó llorando. Clavó sus dedos como garras que se aferran y ya no sueltan. Su rostro era el de un niño aterrado. Fue doloroso darme cuenta de que yo lo estaba abandonando y que él ya tenía suficiente de este ingrediente en su historia. No quise simplemente irme y dejarlo, pensé en contarle toda la verdad; sin embargo su cristal sólo estaba integrado a menos del veinte por ciento, y no iba a poder aguantar esa información.

Cuando te toca ser mentor y estás trabajando desde el avatar, son impredecibles las consecuencias que podría tener el revelar a alguien quién eres en realidad. Así que sólo volví a abrazarlo y sentí su tristeza como una mano fría internándose en mi pecho de avatar. En ese instante llegué a conectarme con memorias de él que me mostraron que yo había sido la única forma de vida con la que él realmente había tenido un lazo profundo y verdadero. El único que lo había mirado con respeto por su humanidad. Me invadió la pena, y quise explicarle que ahora este contacto podía hacerlo con sus congéneres y que todo sería diferente. No lo hice. Yo mismo sabía que este pequeño guerrero no tendría el camino fácil. No era en modo alguno un consuelo: ambos sabíamos que sus congéneres eran salvajes, y que lo que tenía por delante era nada menos que vivir entre idiotas intentando despertarlos y sabiendo que tratarán de destruirlo, que no lo verán, y que querrán quitarle sus talentos y arrastrarlo a su vida salvaje.

No fue fácil partir. Horas después se pudo calmar, quizás agotado por su llanto, entonces me despedí. Mientras me alejaba, la onda de su tristeza se expandió como cuando lanzas una piedra a un lago en calma y pude percibirla a kilómetros de distancia. Sólo espero que su dolor no lo haya transformado en alguien resentido, pues todo lo conquistado se perdería. Lo más probable es que, de ser así, me odie y no pueda llevar adelante su tarea de guerrero. Pero estos riesgos son posibles. En ocasiones he tenido que provocar dolor, o herir los sentimientos de algún joven para alejarlo. Usé su enojo como fuerza de sostén para que pudiese pararse por sí mismo. Es la parte menos grata de nuestra tarea, pero es necesario, pues cuando por primera vez alguien te comprende esencialmente es algo que no quieres perder.

Volví con mi clan. Tenemos ahora una tarea titánica por delante. Los tiempos se acortan. Hace años que estamos armando nuestra legión de guerreros. Nos preparamos para vaciar una gran cantidad de energía/información en el campo del colectivo salvaje. Venimos usando, como es obvio, la poderosa herramienta del sueño consciente. La noche se hará día cuando terminemos. A través de sus sueños iremos entregando cada día grandes cantidades de conocimiento que los lleven a despertarse. Será tan vívido que algunos de ellos no podrán diferenciar sueño de vigilia. Muchos despertarán sin ninguna otra intervención, pero otros se encontrarán invadidos por imágenes vertiginosas como un alud, y tal vez sus mentes básicas se desorganicen sin que podamos prever las consecuencias. No tenemos mucho tiempo y esto nos obliga a trabajar de formas más radicales. 

He disfrutado muchísimo de mi tiempo como mentor. Fue una tarea muy gratificante, y dio sus frutos. Los jóvenes guerreros me han dado mucho afecto y también batalla; porque ellos jamás aceptan las cosas “porque sí”, son batalladores natos. Ahora llegamos a otro tiempo. Los guerreros ya se están encontrando entre ellos y están trabajando en grupos. Después de la activación del resto de los cristales, los humanos carentes de alma comenzarán a mostrar lo peor de sí mismos. La humanidad comenzará a polarizarse en dos grandes grupos, los despiertos y los dormidos o negadores. Los dormidos vagarán aullando a todo lo que no comprenden, como lo han hecho siempre muchos de sus congéneres. No podrán recordar más que ese aullido sordo y triste. Los despiertos comenzarán la segunda etapa...