viernes, marzo 02, 2007

CREAR LAZOS...

Hoy recibí un mail de un amigo, Cako, (su blog está en mi listado de links sugeridos) alguien a quien nunca ví personalmente, no crecimos juntos, no es amigo de algún amigo, ni estudiamos, ni nada de eso; fue él quien me encontró a través de este blog y se acercó afectuosamente, algo poco usual pero muy grato cuando sucede.

En ese mail me preguntaba que pasó que los abandoné... me llevó a reflexionar, y te agradezco Cako porque me ayudaste, en cuántas veces creamos (creo) lazos y cuántas veces, quizás por el trajín en que vivimos, o por lo urgente que se impone a lo importante, dejamos de cuidar de esos vínculos...

Afortunadamente algunas voces nos recuerdan quienes son, y quienes somos... y hablando de crear lazos... he estado hace muy poco en el "Panteón", una especie de templo-tumba de los grandes héroes de Francia, entre ellos la tumba de Víctor Hugo, el gran poeta, y la de Marie Curie, científica dos veces ganadora del premio novel cuyo trabajo salvó miles de vidas, y le costó la vida a ella...

Trabajó con el radio, descubrió la radioactividad y las emisiones de rayos "X" que aún se usan para el diagnóstico de enfermedades, su exposición a estos elementos con los que trabajaba le significó morir de cáncer. En su tumba había monedas y notas en forma de tributo y de homenaje que la gente le dejó, una de las notas decía en francés "gracias por haber salvado la vida de mi madre..."





En el mismo panteón encontré un homenaje a un hombre muy especial, un hombre que enseñó a la humanidad algo sobre el verdadero amor.

...A la memoria de Antoine de Saint Exupery
Poeta, romancero, aviador, desapareció durante una misión de reconocimiento aéreo el 31 de Julio de 1944

Recordé y copié hoy una parte de su libro, mi favorita:

(...)
—¿Qué significa "domesticar"? —volvió a preguntar el
principito.
—Es una cosa ya olvidada —dijo el zorro—, significa "crear lazos... "
—¿Crear vínculos?
—Efectivamente, verás —dijo el zorro—. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
(...)
—Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y
además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí
algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
—Por favor... domestícame —le dijo.
—Bien quisiera —le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
—Sólo se conocen bien las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
—¿Qué debo hacer? —preguntó el principito.
—Debes tener mucha paciencia —respondió el zorro—. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
—Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
—¡Ah! —dijo el zorro—, lloraré.
—Tuya es la culpa —le dijo el principito—, yo no quería hacerte daño, pero tú has querido que te domestique...
—Ciertamente —dijo el zorro.
—¡Y vas a llorar!, —dijo él principito.
—¡Seguro!
—No ganas nada.
—Gano —dijo el zorro— he ganado a causa del color del trigo.
(...)
—Adiós —le dijo.
—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple : sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.
—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse.
—Lo que hace más importante a tu rosa, es el tiempo que tú has perdido con ella.
—Es el tiempo que yo he perdido con ella... —repitió el principito para recordarlo.
—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa...
—Yo soy responsable de mi rosa... —repitió el principito a fin de recordarlo.

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Amigos, les dejo estas imágenes y mi gratitud a aquellos que me domesticaron por haberlo hecho, aunque extrañe ahora a algunos de ellos, aunque duela estar lejos, ahora todo tiene un significado distinto porque me domesticaron, ahora muchas cosas tienen significado.