La escena se repite
treintaicinco veces treintaicinco...
Es feliz si su compañera tiene un accidente,
y odia ver gente en pareja.
Ella flota en un universo viscoso,
se desplaza moviendo sus pequeñas aletas atrofiadas.
Mira con sus ojos abiertos como cuevas
mira a la gente y escupe cuando no la ven
escupe todo, hasta los crucifijos.
Compra golosinas que devora
mientras se ríe de los pobres
en las comisuras de su boca el rouge corrido
y el marrón del chocolate.
Ella está subida al tren,
hace años que se avalanzó
sobre un asiento y nunca más se bajó.
El tren va y viene, el vagón ya tiene
impregnado su olor;
su risa forzada es la música funcional
¡Que va! ella lo hace por que a ella se lo hicieron!
es la ley: no quiere ser la única,
suficiente motivo para perpetuar la miseria
hasta el fin de los tiempos;
el ineludible teintincincovecestreintaicinco.
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