viernes, diciembre 10, 2010

OHMAR

Kilómetros desérticos frente y detrás de mí. Ya no sabía cuánto había caminado persiguiendo un espejismo. Estaba extraviado. El aire era denso, podía sentir su viscosidad en mi garganta. Mis pies se arrastraban, y sentía que, en los últimos tres años, había envejecido diez. Nada tenía de atrayente el paisaje, ni siquiera veía ya los inspiradores espejismos que antes perseguí. Empezaba a sentir que nada tenía sentido, que no importaba qué hiciera ni hacia dónde fuera, no conseguiría lo que estuve persiguiendo: el amor de Esteban.

Me dije que eso no era para mí. Tenía que aprender a desistir, a renunciar. Mi problema es que no sé cuando abandonar una batalla y esta vez acabé como Pirro, rey de Epiro y de Macedonia, que en una batalla con los romanos, fueron tantas las bajas que tuvo a pesar de vencer, que dijo: Otra victoria como esta y tendré que regresar sólo a Epiro.

Soltar mi deseo era difícil; pero creo que el cansancio me fue ganando al darme cuenta de que hay sueños que no pueden ser, y derrotas que jamás se remontan. Dejar de lado lo que me inspiró en los últimos años y simplemente caminar sin expectativas era difícil pero era lo adecuado. En ese momento sentí que algo que había estado apretando mi pecho se disolvía y el aire se tornó más fresco. De pronto encontré un pequeño sendero, que conducía a una zona de piedras. Lo seguí y descubrí un delgado hilo de agua que, en otros tiempos debió ser un arroyo. Algo estaba cambiando en el paisaje. Vi vegetación al otro lado del arroyo y, un par de kilómetros más allá, se extendía un bosque. Seguí la huella. Mientras lo hacía, por primera vez en todo mi viaje, me sentí vigorizado. Ese largo camino recorrido inútilmente me había dejado más extenuado de lo que suponía. Llegué al bosque y me adentré en él. Podía escuchar sonido de pájaros. Los arboles se iban cerrando a medida que avanzaba, lo hacían más y más oscuro.

Unas aves extrañas parecidas a búhos blancos me observaban. Los búhos son nocturnos… es de día —reflexioné—. Pude divisar lo que parecía ser una cabaña en medio del bosque. me fui acercando con cuidado. Parecía deshabitada. Hecha de troncos, pequeña y sumamente atrayente. Entré. La casa estaba en semipenumbras, me llevó unos segundos adaptarme a esa oscuridad. El piso brillaba, y reflejaba la imagen de una anciana que, de espaldas a mí, cocinaba. No se dio vuelta, a pesar de yo haber abierto la puerta e iluminando toda la habitación. Estaba absorta en una especie de guisado que preparaba, ¡el aroma era delicioso!

Se volvió lentamente para mirarme con sus ojos enormes. Esgrimía una sonrisa increíblemente luminosa y apaciguadora. Me reconoció, y yo a ella aunque no sé de cuando ni de dónde.

—¡Qué bueno que llegaste! —dijo sonriendo— La comida está casi lista. ¡Preparé tu plato favorito! —Nos unía una conexión antigua e inexplicable. Traté de recordarla pero no lo logré. Me miró con ojos compasivos, como si estuviera completamente al tanto de lo que yo sentía.

Entonces me preguntó dónde había estado. Sin proponérmelo bajé mi cabeza y comencé a llorar. Me sentía inútil y vano:

—Me perdí. Estuve perdido errando atrás de un espejismo. Estuve años buscando algo que no existe. ¡Desperdicié un tiempo precioso y mis mejores energías para alguien que no merece la pena que no puede darse cuenta de nada!

—No te tortures, —dijo dulce y firme— estás donde debías estar, en el preciso instante en que debías llegar. Fíjate en esto, la comida, tu favorita, estaba lista cuando llegaste, no antes, ni después. Deja de torturarte. Cada cosa, cada momento, cada lágrima fue necesaria para que llegaras adonde estás. Hiciste lo correcto —nuevamente aseveró como si conociera toda mi historia.

—Pero no sirvió de nada —respondí—. Entregué lo mejor de mí a gente que no ve, que no valora y que no podrá aprovecharlo.
—No puedes ver ahora las consecuencias de lo que hiciste, porque eso sólo el tiempo te lo mostrará; y han de ser necesarios varios años para que puedas volverte, observar todo este tiempo, y darte cuenta de que nada hubo de errado. Nada de lo que hiciste sobró y nada faltó.

Aunque ahora no puedas verlo, creaste un cambio muy importante, una bifurcación en el curso de las cosas. Era lo que estaba escrito: ese era tu deber  —el tono de autoridad en sus palabras me tranquilizaba, luego continuó—: la vida fue dura con esa gente, —supe que se refería a mi pueblo— fue como una gran picadora de carne que los hizo pedazos. Llegaste para devolverles lo que otros les habían arrebatado. Sólo para eso. Donde no había vida ahora la hay, y está creciendo. Y te sientes vacío porque es lo que sucede cuando das vida con tu propia vida: una parte tuya sale de ti y se aleja para crecer y seguir multiplicando y creciendo en otro lugar.

Ya no te tortures más. Deja de exigirte hacer las cosas bien. El bien es sólo una forma de mirar la vida, una forma incompleta. El bien no existe en estado de pureza, para tenerlo puro debemos recortar la vida y dejar afuera una parte.

Me abrazó. Era el abrazo de todas las mujeres que me cuidaron. Me refugié en su regazo mientras lloraba, sintiendo que sus palabras tocaban mi alma, y también, que nada de ello me era comprensible aunque algo en mí sabía que todo estaba por fin en su lugar. Me relajé en su abrazo. Acariciaba mi pelo con suavidad y yo me iba deslizando hacia un sueño apacible. Miré a través del cristal de la ventana y vi unos seres altos, blancos, como columnas de mármol reluciente que formaban montones de círculos en todo el bosque. Luego comenzaban a caminar causando la impresión de girar. Tuve la sensación de que ese bosque no era en verdad un bosque. Que el camino que recorrí me había llevado a otro lugar y no podía entender cual era ese lugar. ¿Estaría soñando?

Siempre sentí que nada salía bien en mi vida. Me solía quedar con la pregunta y no miraba la respuesta que llegaba con el tiempo: a veces de inmediato, a veces mucho tiempo después. Siempre me sentí como un niño enojado con Dios, porque las cosas no eran como yo quería. Y a veces, cuando sucedían de ese modo, ya no me interesaban.

Ella tenía un efecto extraño sobre mí, me calmaba y me ordenaba. Empecé a ver con más amplitud mi propia historia. Empecé a percibir conexiones entre los hechos que nunca había visto. Tuve la clara sensación de que el universo no comete errores en sus cálculos. Todo está en conexión con todo en un equilibrio espeluznante. Un pequeño movimiento en un punto de la gigantesca red mueve un sinnúmero de puntos creando siempre algo nuevo, algo maravilloso, pero para el punto que inició el movimiento es imposible ver el todo, es imposible saber hasta dónde llegó su influencia y hasta donde marcó un cambio en la totalidad.

Mientras tanto, aunque yo no lo sabía, la vida de muchos había cambiado dramáticamente a partir del encuentro conmigo. Esteban pudo crecer, asumir su propia vida y hallar un rumbo. Dejó la vida nocturna y el trabajo en los bares. Dejó de ser un marginal y comenzó a estudiar. Se graduó y comenzó a atender niños. Casualmente niños con dificultades o niños maltratados por la vida. Se transformó más que en psicólogo, en un maestro; un mentor. Rescató muchas almas de la misma forma que él había sido rescatado. Algunas de las almas que rescató y también la suya propia, tuvieron un importante valor para la humanidad.

Ohmar, uno de los niños que atendió lo adoptó a él como “padre” le dijo una vez: “Qué bueno que me sucedió todo lo que me sucedió; que bueno que fui golpeado y abusado, porque de no haber sido así, jamás hubieras llegado a mi vida…” Esteban, lo abrazó muy fuerte y sintió que por fin su niño interior sonreía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ME HA ENCANTADO LA HISTORIA DE ESTEBAN. DEMUESTAS TODO LO QUE TE COMENTÉ POR EL MESSENGER. ERES BUENA PERSONA. HONESTO, BONDADOSO, GENEROSO... UNA PERSONA REALMENTE TRANSPARENTE. ME GUSTA Q TE HAYAS QUEDADO CON LA PARTE POSITIVA DE TU HISTORIA CON ESTEBAN. QUE SEAS CAPAZ DE SACAR LA ENSEÑANZA QUE TIENEN TODAS LAS EXPERIENCIAS VITALES. POR BUENAS O MALAS Q SEAN. SÓLO LAS PERSONAS INTELIGENTES SON CAPACES DE APRENDER. SIN DUDA, TÚ ERES UNO DE ELLOS. FELICIDADES POR EL ESCRITO. ES REALMENTE CONMOVEDOR Y DELICIOSO PARA SU LECTURA. TIENES TODO MI APOYO Y ÁNIMOS PARA Q SIGAS ESCRIBIENDO. UN ABRAZO ENORME AMIGO.

Anónimo dijo...

Es fácil volver a soñar, lo difícil es renunciar a un sueño, aunque a veces es necesario para seguir soñanado. (Este sapito sigue delirando). ABRAZO ENORME y no dejes de escribir.

Osoguille dijo...

Sapito, me mató tu frase.
Gracias!