viernes, julio 29, 2011

LA ELECCION DE ALEXANDER

...Así como algunas personas dejan el mundo mejor de lo que lo encontraron; él es diferente: es fuego siempre busca alimento; esa es su naturaleza. También da calor, pero  lo hace al módico precio de arrasar todo a su paso...





Alexander tenía seis años y padecía una rara enfermedad. Su sangre se negaba a coagular de forma eficiente, posiblemente similar a la hemofilia con el agravante de que sus glóbulos rojos se licuaban a pesar de no haber padecido hemorragias. Intentaron los tratamientos que el hospital les podía dar, ya que la familia era de condición humilde y no podían darse el lujo de tener atención privada. No mejoró. La muerte empezó a mostrarse como destino inevitable. Los médicos no sabían que hacer.

Entonces Norma, la hermana mayor de Alex, sin consultar a nadie fue ante los señores de la oscuridad. Sabía que no estaba permitido hacer eso sin embargo en su desesperación ante la posible muerte, o quizás intentando ponerse por encima de todos demostrando que podía hacer algo grande, se presentó y pidió que hicieran que su hermano viviese. Ellos no acostumbraban hacer concesiones, pero, dadas las circunstancias, había algo en la propuesta se les hizo atrayente y decidieron aceptar. 


El niño era inteligente, vivaz y seductor. Dejarlo vivir seguro que podría proveerles alguna utilidad a esos señores.

La observaron con seriedad de piedra y luego de un momento le dieron a elegir; le dijeron: "¿el alma o la vida?". Ella se sorprendió y no entendió muy bien a qué se referían. Pero en su ignorancia pensó: "¿para que quieres un alma si tienes la vida?", así que repitió su frase anterior: por favor hagan que no se muera, no importa lo que haya que hacer para pagarles. Entonces dijeron: ¡concedido! puedes conservarlo. En ese preciso instante un brillo como de chispa que había en los ojos de Alexander, se extinguió.

Continuó vivo, es cierto, pero no era más que un cascarón vacío. Andaba siempre solo. Nunca se sentía a gusto. Deambulaba confuso, sin apasionarse por ninguna cosa ni por ninguna persona. Incapaz de sentir amor por alguien, incapaz de conmoverse con el dolor ajeno. Era fuego, sólo buscaba alimento, esa era su naturaleza; también daba algo de calor al módico precio de destruir todo a su paso. No sentía siquiera el deseo de ver a su propia familia, sin amigos ni vínculos duraderos. Nunca sintió necesidad de darse a alguien, de compartir su intimidad, sus sentimientos pues estaba incapacitado de sentir. Andaba indiferente a todo, perdido en sus movimientos repetitivos, como un cuerpo mecánico sin voluntad propia. El atractivo de las cosas o las personas duraba un breve tiempo; el tiempo que tardaba en decirse: "lo conseguí" acto seguido todo se volvía descolorido y por lo tanto desechado.

Poco a poco se fue transformando en un muerto vivo, un depredador que "secaba" a las personas que encontraba a su paso. No podía detenerse. Cuanto más luminosa era la persona más lo estimulaba a deshacer su vida, a carbonizar hasta el fin esa existencia, cosa que en general lograba fácilmente. Conseguía dejar a las personas tristes y desoladas. Nadie llegaba a entender a tiempo su verdadera naturaleza. Vendía su desprotección, su ingenuidad, su alegría... y disimulaba bien su frialdad que impulsaba sus actos predadores.

Nada aliviaba su inacabable vacío. Su vida sin color, todo era igual: que algo resulte bien o que no, le daba igual. Cada vez que conquistaba una meta lograba saborearlo unos minutos y luego perdía brillo. El vacío era la única constante que había en su vida.

Supe su historia: jamás le habían dado a elegir, pues todo se había decidido cuando era pequeño sin consultarle. Hice lo que debía: lo llevé con los guardianes de la ley quienes al verlo
Le hicieron la pregunta que estaban obligados a hacerle. Esta vez sin titubear dijo: "quiero conservar mi alma".

Ya que cuando pequeño habían elegido por él, quizás hubiera una pequeña esperanza de revertir el acuerdo... Prefería ahora renunciar a esa vida inerme y sin sentimientos que tenía. Siempre lo había perseguido el miedo a morir joven, quizás en algún lugar sabía cual sería su elección si se le ofrecía revertir el pacto, quizas algo en el sabía que esa vida que tenía no le pertenecía, era antinatural.

No podemos torcer el orden de todas las cosas, si lo hacemos creamos un desbalance tan grande que posiblemente arrastre consecuencias nefasta su corrección. El muchacho sabía que el mundo no era su lugar, y quizás cada vez que llevaba a alguien a la muerte o a la destrucción, expresaba su propio deseo, de ir a donde su destino lo aguardaba.

Era un día soleado. Alexander Caminaba tranquilo y de pronto su celular se encendió con un mensaje. Fijo en las letras, Alexander cruzó la acera. Un auto cuyo conductor también iba fijo en las letras; paradójicamente las mismas letras, lo encontró a su paso.
Alexander se recostó sobre el suelo, como quien se echa a descansar.

Mientras miraba al cielo, en el fondo de pavimento detrás de su cabeza, un círculo rojo oscuro le ponía un marco a su retrato. Por primera vez en su vida sintió algo. Sintió que de verdad se unía con el todo. Sintió el amor. Irónicamente estaba muriendo, pero los 23 segundos que duró su consciencia antes de apagarse fueron el tiempo que por primera vez se sintió de verdad vivo.